Recuerdo perfectamente el día en que Carolina (mi querida Calorina) me habló en clase de un musical que le había fascinado en su viaje a Inglaterra y me llevó una copia en casete (qué tiempos aquellos en los que hacíamos copias sin temer a la SGAE) porque estaba segura de que me iba a gustar. A partir de ese momento se convirtió en la banda sonora de mi vida y me acompañó en aquellas frías noches de invierno que pase en vela mientras traducía texto de Lisias, Demóstenes, Cicerón, Tácito… para aquellos absurdos exámenes sin diccionario. Cuando el musical llegó a Madrid en el año 92 decidí no ir a verlo a pesar de ser mi musical favorito ya que no estaba preparado para escuchar aquellas hermosas canciones en castellano, a pesar de que yo no sabía inglés y realmente no sabía de qué trataban, a excepción de On my own, porque esa canción formaba parte de mi yo desde el año 1988 en que Paloma San Basilio (Mi Señora) decidió incluirla en su disco Vida: “es la historia de una adolescente que va a morir sin poder decir al hombre de su vida lo mucho que le ama”.
Pasaron más de quince años hasta que finalmente pude ver por primera vez el musical en el West End, quince años en los que esas melodías formaron parte de los momentos más importantes y duros de mi vida en los que tuve que demostrar mi esfuerzo, superación y valor día tras día. Un año más tarde me embarqué en la lectura de la maravillosa obra de Victor Hugo que vino acompañada de un viaje a París. Todavía puedo saborear aquella fantástica semana paseando por la antigua Lutecia y descubriendo los lugares que la noche anterior había leído como el Jardín de Luxemburgo, lugar donde Mario conoce a Cosette o el Museo des Eugouts, donde pude revivir el viaje que realizó Jean Valjean con el herido Mario a través de las alcantarillas parisienses. Recuerdo esos días de agosto en los que deseaba que llegase la noche para regresar a Porte d’Italie y dejarme seducir por mi lectura cuya dedicatoria decía: “Para Fran, el libro más bonito sobre el amor, la bondad y cómo vivir en un mundo mejor… contigo las palabras de V. Hugo se me han hecho realidad”.
Con todos estos recuerdos, asistí el pasado miércoles a la representación en el Teatro Lope de Vega de Madrid del MUSICAL con letras mayúsculas, musical que ha batido todos los records allí donde se ha representado, y el sabor que me dejo fue agridulce, podemos decir que es un musical correcto, en el que los cantantes y actores dan todo lo que pueden ofrecer, pero que no es todo lo que se merece este musical. Por un lado, podemos decir que las interpretaciones masculinas están correctas, aunque en las partes corales al tener todos el mismo timbre de voz no son capaces de brillar y por otro lado, no podemos decir lo mismo de las actuaciones femeninas, todas ellas pueden ser superadas, excepto Eva Diago en su papel de Madame Thenardier. Otros puntos negativos que quiero subrayar es el de la dirección de los números vocales en los que está un solo personaje en escena, absolutamente todos ellos han sido dirigidos de la misma manera, y canten lo que estén cantando se mueven sin ningún sentido del lado izquierdo al lado derecho del escenario, en lugar de estar interpretando la canción o por lo menos dirigiéndola a su público, además de los saltos temporales y espaciales que aparecen en la obra sin que queden señalados como sí ocurría en el anterior montaje. En cuanto a factores positivos podemos señalar los magníficos escenarios, sobre todo aquellos que reflejan las calles de París y los dos números acompañados de proyecciones como el suicidio de Javert o el recorrido por las cloacas de París.
En definitiva diré que es un musical muy recomendable aunque no llegue a la altura del original inglés y que evidentemente se nota que detrás de él está el sello de Stage Entertainment España ya que la perfección brilla por su ausencia, como ya nos tiene acostumbrados.
“En los ojos del joven arde la llama, en los del viejo brilla la luz”.